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CSA Otra forma de alimentarse (The Ecologist)

El concepto de la Agricultura Apoyada por la Comunidad (CSA) gana también en Alemania cada vez más terreno. Sus ventajas son múltiples: ofrece más seguridad a los agricultores y alimentos sanos de temporada a los consumidores, fortalece la relación entre ambos y reduce el impacto de la agricultura sobre el medio ambiente.

En una noche fría y lluviosa de febrero hay mucha movida en el edificio de la Alte Mensa [antiguo de comedor de universidad] en Marburg, ciudad universitaria en el seno de Alemania. Unas 60 personas –entre ellos muchos estudiantes– han venido a fundar un nuevo grupo de Agricultura Apoyada por la Comunidad (CSA en siglas inglesas), el primero en la región. Huele a crema de calabaza y la gente charla animadamente. Hoy se verá si los interesados están dispuestos a pagar en cuotas mensuales los gastos que el agricultor ecológico Uwe Engelhard calculó para este año. Sólo entonces el proyecto podrá ponerse en marcha.

 

NUEVOS CONCEPTOS
El concepto de la CSA vuelve a poner la agricultura patas abajo: Hoy en día la inmensa mayoría de los agricultores en los países industriales ya no producen según las necesidades de la humanidad sino para sacar a la tierra el máximo rendimiento, ya que cada vez sufren más la incertidumbre de cuánto pueden vender y a qué precio. Incluso en la agricultura ecológica muchas verduras terminan en el compost o se pudren en los mismos campos por no haber sido vendidas o por no cumplir los requisitos de tamaño y forma, ya sea por ser una zanahoria con la raíz partida o un pepino corvado; al menos las grandes superficies no los venden. En la CSA, en cambio, el agricultor presenta a los miembros del proyecto un plan financiero para el año siguiente donde figuran todos los costes que prevé para su trabajo, la maquinaria y sus empleados. Los miembros se reparten estos gastos, según sus propios ingresos, quedándose A cambio la cosecha. Si un año hay mala cosecha cubren la falta con sus pagos igualmente y si en otro sobran verduras o frutas las aprovechan, igual que las de segunda categoría.

Este sistema tiene varias ventajas: El agricultor tiene todos sus gastos cubiertos y la vida asegurada; los consumidores reciben a cambio alimentos sanos, conocen a su agricultor personalmente y pueden decidir o al menos influir sobre la forma de producir; el mantenimiento de animales y que se pague sueldos justos a los empleados. Si son de la ciudad aprenderán además en qué estación crece qué verdura y podrán hacerse una idea de cómo se trabaja la tierra. Ya han surgido en los últimos años más de 30 cooperativas o asociaciones en Alemania que trabajan así. A pesar de que una de las cunas de la CSA, el Buschberghof, se encuentra en este país, situado a unos 45 kilómetros de Hamburgo, la idea tuvo que cruzar primero el charco triunfando en los Estados Unidos a partir de los años 70 para volver 20 años después a Europa para hacerse popular aquí también. A la vez, existen en Japón ya hace tiempo proyectos con un concepto parecido.

 

LOS PIONEROS
En el Buschberghof se cultiva según las pautas biodinámicas de Rudolf Steiner. Disponen de unas 100 hectáreas de terrenos más siete de bosque. A la vez, tienen vacas, cerdos, ovejas, patos, gansos y gallinas. Unas 40 personas viven allí, entre ellos 11 niños y 12 personas ancianas o con alguna discapacidad, así como varios asistentes sociales. Producen leche, queso, yogur, huevos, carne, verduras, cereales y pan para unas 300 personas fijas, muchos de ellos habitantes de Hamburgo. Ya desde el 1968 la granja dejó de ser propiedad privada: “Por lo tanto ya no puede ser heredada, hipotecada, vendida ni se puede especular con ella“, explican en su página web. “Tanto en la agricultura convencional como en la agricultura ecológica el incentivo de producir suele ser el dinero“, analiza el tesorero de esta CSA, Wolfgang Stränz. “Si piensas ésto hasta el final, la agricultura va a coste de la fertilidad del suelo. El concepto de la CSA soluciona este problema”.

Motivaciones, sin embargo, hay muchas, dependiendo de las inquietudes de las personas que forman cada grupo. Para la Garten-Coop en Friburgo la CSA es un instrumento en la lucha en contra del cambio climático. “La agricultura hoy en día se basa en los combustibles fósiles“, explica Luciano Ibarra, cofundador de la cooperativa. “Estamos comiendo literalmente petróleo. Se necesita en los fertilizantes, la maquinaria, el transporte y el embalaje”. No es que la Garten Coop renuncie totalmente a usar máquinas pero las utiliza mucho menos. Fertilizan con abono verde, emplean pequeños tractores de los años 60 y trabajan la tierra el mínimo necesario. Evitan todo lo que es embalaje y ahorran energía en el transporte: Comparten con otros una furgoneta con la que transportan las verduras todos los jueves a la ciudad, a unos 20 kilómetros de su finca. Desde allí los mismos miembros de la cooperativa las reparten con bicicletas con remolque a los 15 puntos de distribución.

 

NO SÓLO “BIO”
Lo que hacen va mucho más allá de lo que se llama agricultura ecológica: “El sello ‘bio’ no dice nada sobre cuánta energía se usó en la producción, cómo han sido las condiciones de trabajo y si son de temporada o si las verduras o frutas vienen de muy lejos. Tampoco dice nada sobre las semillas que se usaron“, afirma Ibarra. Ellos utilizan exclusivamente semillas que no son híbridas, no sólo porque indican que las verduras tienen mejor gusto, sino también porque quieren contribuir a proteger la biodiversidad, la soberanía alimentaria y reducir la dependencia a las grandes empresas de venta de semillas.
 

Comparado con el Buschberghof, la Garten Coop es un proyecto joven, sólo existe hace dos años. Sin embargo, ya cuentan con unos 260 miembros. Aún están experimentando lo que es posible y quieren llegar aún mucho más allá: Les gustaría comprar y colectivizar la tierra que están cultivando en vez de arrendarla, como ahora. También han empezado a preparar juntos conservas de salsa de tomate y chile y a hacer chucrut. Son estas actividades las que surgen como iniciativas laterales que revelan el potencial añadido que pueden tener estos proyectos para fomentar la formación de redes sociales en la región.
 

La Garten Coop tiene carácter ejemplar: Después de su fundación han surgido dos cooperativas parecidas más en la región, y alquilando los remolques han promovido la cultura de transporte en bicicleta. También la iniciativa en Marburg se ha inspirado en ellos. Al principio buscaban terrenos que pudieran cultivar ellos mismos. “Además nos hubiera gustado tenerlos más cerca de Marburg pero no los había“, cuenta Gunter Kramp, uno de los iniciadores del proyecto. De esta manera el aspecto pedagógico –acercar a la población de la ciudad el saber qué planta crece en cada temporada y cómo funciona su cultivo– hubiera sido mayor.

 

HACIA NUEVAS ORILLAS
En Uwe Engelhard han encontrado un agricultor ecológico que ya trabaja desde hace unos 10 años como tal, en Kirchvers, a unos 20 kilómetros de Marburg y simpatiza con el concepto de la CSA. Sin embargo, tampoco quiere renunciar por el momento a sus otros clientes. Dedicará un quinto de su producción al proyecto, además de lo que no se pueda vender. Esta colaboración aún es tierra virgen para ambas partes. “Lo que a mÍ me interesa del concepto de la CSA es que me ofrece seguridad y precios justos“, explica Engelhard. “Parece ser una necesidad de los consumidores crear una relación más estrecha y duradera hacia los agricultores que producen para ellos. En este grupo, no obstante, hay muchos estudiantes, así que se verá lo duradera que será su afiliación”.
 

Por el momento el experimento se pondrá en marcha. En la segunda vuelta los 60 miembros fundadores han logrado cubrir los gastos calculados y se han dividido en grupos pequeños que se dedicarán a la financiación, las relaciones públicas y la elección de los productos. En principio la asociación recibirá verduras de Engelhard pero también quieren arrendar una plantación de árboles frutales y están en contacto con otra granja ecológica en la región. “De ellos podríamos recibir cereales, huevos y productos lácteos. Conocemos además un panadero que estaría dispuesto a hacer pan para nosotros“, cuenta Kramp.
 

La CSA es todo un proceso que vive de la participación y de las ideas de sus miembros. Junto a las comunidades en transición y otros proyectos de economía solidaria y comercio justo están preparando el suelo para un cambio más profundo dejando atrás las leyes del mercado y volviendo a las necesidades reales de los humanos.

 

Ingrid Wenzl es periodista alemana especializada en medio ambiente

Articulo publicado en The Ecologist 6.3.2013

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